“El silencio y los prejuicios, el arma de la
impunidad ante violencia sexual dentro del conflicto armado colombiano”
Por: karelis arguelles y yoissy Mosquera
Considero que aún existe la necesidad de esclarecer la problemática de
la violencia sexual dentro del conflicto armado colombiano, puesto que es como un rompecabezas a el que aún le faltan muchas piezas.
Con
el firme y destinado propósito de reconstruir nuestro antes mencionado e incesante rompecabezas hemos de decir que las mujeres víctimas, desdichadamente no solo deben soportar el dolor y las huellas de
aquellos bestiales hechos sexuales
sino que además , el escepticismo
de crueles e ignorantes funcionarios que dudan e incluso niegan la veracidad de
sus relatos con justificaciones de total
estupidez e insensatez como la siguientes: “ a las jóvenes les gusta el traje militar. Son ellas las que los buscan
y se sienten orgullosas cuando están con alguno”; un día quede
anonadada cuando mediante investigaciones de archivos pude conocer la expresión lanzada por un
funcionario luego de que una mujer le relatara su caso: “El otro día llegó una mujer a decirme que
había sido violada. Pero el relato era poco creíble porque era fea y vieja”.
En
Bogotá, recientemente en el restaurante
y discoteca Andrés Carne de Res se presentó
el caso de una presunta violación que aunque no figura dentro de la violencia
sexual a causa del conflicto armado, hago la alusión puesto que representa la
magnitud de la problemática de la impunidad y el machismo propios de la
sociedad colombiana. En este caso, el propietario del restaurante, Andrés
Jaramillo con el propósito de limpiarse las manos le adjudico la culpa a la muchacha expresando
lo siguiente: “…estudiemos qué pasa con una niña de 20 años que llega con
sus amigas, que es dejada por su padre a la buena de Dios. Llega vestida con un
sobretodo y debajo tiene una minifalda, pues ¿a qué está jugando? Para que
ella después de excomulgar pecados con el padre diga que la violaron”. Dicha expresión que me parece la más atroz muestra de intolerancia, debido que atenta a
la integridad de las mujeres en
general. Además resulta ser absurda e
irónica pues la misma persona que lanzo tal exabrupto frase es el padre de
cuatro hijos de los cuales una es mujer. Y a propósito de esto, la misma hija
de Andrés Jaramillo, Valentina Jaramillo
fue una de las muchas personas que
apoyaron y comentaron acerca del plantón en minifalda realizado como
manifestación en contra a la expresión lanzada por el propietario de
Andrés carne de res, valentina Jaramillo público: “Como hija de Andrés Jaramillo y como mujer
les digo: las decisiones que toma una mujer con respecto a su cuerpo y lo que
ella decida hacer con éste, le pertenecen únicamente a ella. Ni el Estado, ni
la familia, ni la sociedad, ni los medios de comunicación pueden violar este
derecho a la autonomía de la mujer.
Preguntémonos si es a un culpable
al que deberíamos señalar o si es a toda
la sociedad que desde diferentes frentes ataca el cuerpo de la mujer y su
autonomía". Toda esta problemática sucedida en torno al suceso presentado en el restaurante Andrés carne de
res es el reflejo y la consecuencia de
una sociedad llena de estereotipos
machistas en contra de la mujer, y es el momento de ir en contra a la
reproducción de dichos estereotipos presentes tanto en el conflicto armado como
en la sociedad, que violentan la
dignidad y los derechos del género femenino.
Lamentablemente
los grupos armados hacen de la violencia sexual un arma de guerra contra las
mujeres, gracias al trabajo realizado por el grupo de memoria histórica se logró
registrar la atrocidad y la brutalidad
con que estos crímenes fueron y siguen
siendo cometidos de los 63 casos de víctimas de violación sexual documentados
por el Grupo de Memoria Histórica ( GMH ) en el departamento del Magdalena
entre 1990 y 2005, 40 fueron perpetuados por grupos paramilitares (63,5%), 4 por las guerrillas (6,3%), 4 por
miembros de la Fuerza Pública (6,3%), 1 por grupos paramilitares y miembros de
la fuerza pública (1,6%) y los 14
restantes no tienen un autor identificado. Si esta es tan solo una mínima parte de los casos de violencia
sexual a causa del conflicto armado,
¿podrían ustedes apreciados lectores imaginarse la magnitud de esta dolorosa problemática?
Sin
embargo existe todavía en la mente de las personas (y en especial de aquella
que paradójicamente deberían ser las encargadas de ayudar y reconocer el daño hacia las víctimas)
la insólita idea de que muchas mujeres más que víctimas, son las culpables. Y es justo en este punto
cuando me doy cuenta de la proporción de la brutalidad, que en miras de no reconocer
verdaderos culpables opta de manera ingeniosa por no
ejecutar acciones que hagan valer los derechos de las víctimas, abriendo paso
de esta manera a la impunidad.
Sé
que mi planteamiento rechina en los oídos de muchos, pero es hora de abrir paso a la justicia y a la sensatez,
para que esta historia no siga asemejándose
al libro “la culpa es de la vaca”
de Jaime Lopera Gutiérrez y Martha Inés
Barnaul Trujillo, en el que se muestra como las personas no aceptan su propia
culpa y les resulta mucho más fácil
echarle la culpa a los demás. Ahora pensemos, si el papel de la víctima es muy
claro y el del victimario muchísimo más ¿porque
echarle la culpa a la vaca?
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