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EL HILO DE SANGRE

Las paredes de la casas suelen tener fotos cuidadas de sus ancestros. En la casa de una tía está la de don Teodoro posando con dos colonos más, atrás la fachada de una de las primeras casas de La Culebrera. El último vestigio de la aventura colonizadora de mi tatarabuelo era una inmensa Ceiba que le daba sombra a la plaza de mercado del pueblo fundado y que fue cortada. De esta aventura viene un sentido de la vida ligada a la tierra que hace leer nuestra geografía habitada de signos.

El otro abuelo venia de Boyacá, de un pueblo llamado Tibasosa. La abuela una maestra de escuela no alcanzó a acompañarlo en su gesta. Llegó a Bogotá creyendo encontrar para su familia mejores oportunidades y terminó viviendo en un barrio que en la ficción quedó como el barrio de las flores. Unos fundaron un pueblo, otros La Violencia de Alejandro Obregónllegaron al "barrio de las flores" a vivir entre malandros y obreros. De ahí provienen mis padres. Todo lo que este pasado puede tener de sombrío, ellos lo han reelaborado con la literatura y la danza. Mi madre posaba como ángel de la guarda en las procesiones de la virgen y de la eternidad saltó al mundo para declarar que dos cuerpos pueden dialogar y crear un hecho fantástico: el tango.

La historia de ese pueblo y de ese barrio están mezcladas entre muchas otras que forman parte de la historia de Colombia. Historias que llevan el lastre de la violencia y de una visión recia y patriarcal de la familia. Soltar el lastre significa nombrar la sabiduría de las mujeres que la ayudaron a construir y encontrar modos creativos de superar la violencia en cualquiera de sus manifestaciones. La siguiente generación a los abuelos es una diáspora de hermanos que salieron a buscarse la vida como antes lo hicieron sus padres, cruzando sus destinos y encontrándose de vez en cuando en un juego de cartas o en unos frijoles conversados con el cuadro del sagrado Corazón de Jesús como testigo.


Después vino esta generación móvil que dialoga con la idea de un eterno retorno a un lugar, que quizás no es el sitio de origen, sino el de los afectos. Una generación que viaja en la movilidad virtual y real. Sin embargo a las tres generaciones un mismo hilo las recorre: un hilo de sangre, no solo el de las venas, sino el de la guerra y la violencia. El hilo de sangre de José Arcadio. Recorrerlo nos obliga a nombrar la paz sin escepticismo y con urgencia. Aprender a narrar la paz.

En la penumbra permanece el dolor que algunos artistas han explorado el modo de "trasponer en símbolos", la desinformación que pulula entre tanto río de información que se atraviesa con logradas piezas periodísticas. Hoy estamos a las puertas de una negociación que puede sellar uno de los factores determinantes de esa violencia: la guerra irregular de grupos ilegales con distinta marca. Dar ese salto representa, quitar de una historia ataviada de dolor, uno de los elementos desencadenantes.

*La imagen es el cuadro La Violencia de Alejandro Obregón sacado de la página web del Banco de la República.

Por: Leonardo Alba Mejía, Especial para Buque de Papel, Cartagena de Indias, Fotos: Victoria Ayelén y Banco de la República
Lunes 23 de Septiembre de 2013 21:11
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